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Tolkien y el Elengoa

Actualizado: 26 abr 2022


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Desde años atrás, a mediados de los 70´, cuando por primera vez leí el Señor de los Anillos y debido a mi indisoluble relación con la historia de los Bere y de la lengua Elengoa que escuché desde mi juventud, pensé que John Ronald Reuel Tolkien, nacido en 1892, se había acercado al conocimiento de la lengua Elengoa de la que mi padre, Alexandre Eleazar, tanto me habló y explicó. Algunas palabras o nombres en las historias de aquel profesor de lengua y literatura inglesa eran extremadamente parecidas al Elengoa y, por supuesto, también al vasco. Al tiempo, no pocos rastros de la historia de los Bere parecían haber sido sincretizados en la famosa trilogía. Así pues y ya desde aquella época, consideré esta posibilidad. Desde entonces, muchos años han pasado en los que yo también me convertí en profesor, y desde una perspectiva más amplia y un conocimiento mucho más profundo de la lengua Elengoa, observo ahora las sincronicidades y diferencias que existen, en relación a la etimología y origen de las voces utilizadas en su obra. Tolkien expresó una vez a un periodista en relación a su geografía: «la historia ocurre en el noroeste de la Tierra Media, que en latitud equivale a la zona costera de Europa y la ribera septentrional del Mediterráneo... Si se considera que Hobbiton y Rivendel tienen la misma latitud aproximadamente que Oxford (como era mi propósito), entonces Minas Tirith, a novecientos kilómetros al sur, tendrá la latitud de Florencia. Las bocas de Anduin y la antigua ciudad de Pelargir tienen la latitud de la antigua Troya, más o menos» (Enciclopedia Tolkien. David Day). Es decir, Troya se halla en la situación aceptada actualmente. El autor, con un extenso conocimiento de la lengua, rebuscó en multitud de leyendas germánicas y escandinavas, griegas, turcas y rusas, y de otras culturas, pues como ocurría con Iberia; en Inglaterra, aparte de muchas historias medievales, se había borrado de la memoria colectiva y del registro histórico las crónicas más antiguas de sus habitantes originales. Pelargir, eran los Pelasgos, Erde o Erda, «la tierra» y Media, ¿los Medas?, ¿el «Mediodía»? La voz «Mediterráneo» procedía de éste, al igual que la expresión francesa, le Midi. En los Bere se hace referencia al Imperio de la Medie. Obviamente, no todo lo extrajo de las leyendas antiguas, pues construyó y creó una gran historia, a lo que dedicó muchos más años como escritor y creador que como profesor. Las antiguas leyendas que existen o algunas de ellas se basaban en hechos reales históricos y los nombres, algunos acertados o casi acertados y otros modificados, me convencieron de que Tolkien, a pesar de su gran conocimiento y como otros autores filólogos o estudiosos de siglos pasados, intuyeron la existencia de una lengua única, del significado oculto de los sonidos, pero no llegaron finalmente a identificarla con claridad. Aún así, se conoció que ésta tenía una relación con la lengua íbera y el vasco, tal como Hübner o Joseph Chaho, entre muchos otros, ya adivinaran. Para mí no hay dudas de que Tolkien se inspiró en ello, pues fue un hombre de su tiempo. Claro está que, hasta cierta época, la investigación sobre el tema del origen de las lenguas se basaba en la creencia de la historia de la Torre de Babel, tal como se narra en la Biblia actual. Más luego, muchos se dieron cuenta de las relaciones que existían entre las lenguas modernas, sin llegar a claras conclusiones. Tolkien, cuyo apellido en Elengoa significa «ciudadano», vislumbró, como otros grandes escritores y artistas, varias cuestiones importantes y creo que algunas sí las consideró como verdaderas, aunque quizás no las expresó o comunicó explícitamente por una cuestión u otra. Ainulindalë, nombre de un libro sobre la historia en su saga, plantea la cuestión del silabario Elengoa y bajo el prisma de esta lengua la voz se divide en 4/5 sílabas, cada una con un sentido diferente y recordando al vasco ai y aita. Y los Ainu, creados a partir del Ser Único Ilúvatar entraron en Arda, creado a partir de la Voz, la palabra y orden. AI, NU, ILU, ARDA o ARDE, son todos términos antiguos del Elengoa y su rastro se halla en muchas lenguas, perdiéndose en el origen de los tiempos. Ilúvatar, lo creó Tolkien con ilu/illu y avatar. Lórien, uno de los Valar, el «Señor de los Sueños», procede de LO; «el sueño profundo» (Elengoa). Pelennor, según Tolkien, se traduce por «tierra vallada». Efectivamente PELE es «tierra» en Pali, era la piel, el suelo que se consideraba la piel de la tierra, del chino PE' (pie), pues el radical de 5 trazos 107 es PE y significa en chino «piel», es decir, origen de «pelar (levantar la piel), pelo, etc.». Está relacionado con el pie o peu (catalán), pues es así mismo «extender el pie al caminar» PE K'HE. Sin embargo, la traducción de la segunda sílaba NOR es errónea. Con TI o TIR, en su mayoría para designar en Elengoa algo elevado como una montaña, ciudad en la montaña o hasta objetos elevados o alargados, formó TIRITH y TIRION, una de las tres ciudades de los Elfos del oeste. Claro, los Bere proceden del Oeste y, mezclado con la raza de los primeros hombres, vocablos como Ele (Elendil), Bele (Beleriand), Argo (Argonath) o Edain (en la creación de los hombres, los más fuertes), dan fe de que Tolkien rebuscó en las antiguas voces del pasado: Ele, Bele, Arago y Eduen. A pesar de todo ello, puede demostrarse que existen múltiples voces de las que se valió o en las que se basó que no supo identificar su verdadero significado y no halló las principales relaciones de la Lengua Original Elengoa. Es por eso que utiliza unas mismas sílabas significativas traduciéndolas de modo diferente en cada caso según conveniencia, como Argonath, que interpreta él mismo como «piedras regias», refiriéndose a unas grandes estatuas, o bien, simplemente, adopta palabras antiguas como Avallónë, clara referencia a Avalon, Atlantë, tomado de aquella narración de la Atlántida y que también nombra como Númenor o Oesternesse. Belegaer, que traduce por «gran mar», Erebor «montaña solitaria» y Eriador, claramente tomados del vasco, entre otras lenguas. Curiosamente, Isengard, era fácilmente traducible en Elengoa, de GA y GAR «lugar fuerte», de donde procede «guardia o la guardia» y SEN o ZEN «río», lugar éste de Isengard que se encontraba, según los anales de Tolkien, en el extremo sur de las montañas meridionales, cerca del río Isen. Existen muchos ejemplos y pruebas del acierto y del desacierto del autor en lo que se refiere a la lengua antigua descubierta por Alexandre Eleazar, pero de ningún modo es mi intención con este artículo restar valor a la gran obra literaria y creativa de Tolkien, ni la de nadie. Al contrario, supo entender mucho del pasado y de la lengua, figurándola en una obra magna que a muchos nos influyó y cautivó. Generalmente y quizás a diferencia de Tolkien, otros autores como Frank Herbert se basaron en ciertas palabras seguramente sin conocer su significado real, insertándolas en su obra, como en el caso de Dune. En particular Herbert tomó prestado de lenguas del noroeste caucásico, del romaní y del árabe. Además, basó su novela en la figura del Kwisatz Haderach, nombre de la figura del «Elegido», capaz de hacer de puente entre el espacio y el tiempo y ver el futuro, pero, sobre todo, de utilizar el poder de la Voz. Con toda probabilidad tomó la idea del duodécimo en las leyendas árabes y del Corán, el oculto o escondido, llamado el Mahdi. Cierto es que, al igual que en la novela, la lengua ahora «muerta» llamada Chakobsa, de la que Herbert tomó no pocas palabras e inventó muchas otras, cuentan que solo era hablada por los príncipes y reyes de esta región del Cáucaso, lo que da que pensar que en el antiguo México ocurría igual, así como en otros lugares del mundo y el secreto de esa lengua era estrictamente guardado.

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